La última semana se hizo difícil, no por el cansancio, sino porque esta experiencia me había cambiado, brindándome momentos increíbles que no quiero dejar atrás. Aun así, sé que me llevo amigos para toda la vida, a quienes iré visitando de vez en cuando.

Al comienzo de la semana, iniciamos diferentes proyectos, pero yo, junto con Jordan, aún teníamos que encargarnos de terminar el proyecto de la semana anterior culminando cosas de la marca, como los carteles de precios para las pantallas de Clérigos o las plantillas para las redes sociales que ellos modificarán más adelante. Además, Ricardo me pidió diseñar un eslogan con caligrafía, enseñándome el proceso de trabajo combinando lo físico y lo digital. Trabajé en físico, repitiendo la frase por separado con cada palabra, para luego elegir una y pulirla en el programa “Infinite Painter” en mi nueva tablet.

El martes fui a una sesión de fotos gastronómica con Jordan y Margarita. Llevamos la cámara de fotos y varios focos para tomar fotos de los platos de comida preparados para nosotros, tanto en el interior como en la terraza del local con vistas preciosas de la Torre de Clérigos.

Durante los últimos días, hasta el martes siguiente, me dediqué a terminar el eslogan caligráfico, maquetar páginas de un manual corporativo de una marca de concesionarios y editar algunas fotos de unos DJ que van a actuar en una discoteca en una fiesta en los próximos días.

El fin de semana vino mi novia Judith de España. Visitamos Gaia, la otra zona del río; hicimos la ruta de los 6 puentes en barco; visitamos el mirador del jardín del Morro, la iglesia de la Sierra del Pilar y las bodegas de Calem, aunque no las recorrimos porque era muy tarde, y teníamos que ir a cenar con mis compañeros de residencia Tom y Yasmine. Probamos un sitio nuevo para comer francesinhas, como despedida de nuestro encuentro en Oporto.

El martes, para finalizar mi experiencia en Oporto, mis compañeros de trabajo me hicieron una fiesta de despedida. Tomamos cervezas, jugamos al futbolín en un bar contra dos jugadores profesionales a los cuales casi ganamos; fuimos a un local de máquinas recreativas; cenamos bifanas, porque me encantaron la última vez; y terminamos la noche bailando en Galerías hasta cansarnos.

En resumen, este viaje ha sido increíble y no lo cambiaría por nada. Quiero dar las gracias a Ricardo, Jordan, Margarita, Bruno y Tiago por todo lo que me han enseñado. Los llevaré en el corazón y volveré a visitarlos. Pero, sobre todo, gracias a Noel, que me animó a hacer este viaje y estuvo pendiente de mí todo el tiempo. Le debo todo lo que he aprendido. Muchas gracias. Hasta pronto, Porto.

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