Esta semana en el estudio estuve completamente centrado en la edición del vídeo para Orpheu. Me encargué de animar el logotipo con un efecto de relleno líquido usando After Effects, una idea que nos pareció muy creativa y que le dio mucha personalidad al proyecto. A medida que avanzaba, Rony me fue dando indicaciones para cerrar el montaje, como una transición final donde el logo cambia de tamaño y posición para dar paso al texto con la composición final de la marca.

Además, Ricardo me llamó para revisar algunos proyectos antiguos que teníamos pendientes. Me dio sugerencias para mejorar la página plegable del manual debido a que había cosas que no eran viables y el sello del Camino de Santiago en los Clérigos, guiándome hacia un enfoque más claro y definido. Fue útil volver a revisar esos trabajos con otra mirada para ya añadirlos al manual de la Torre de los Clérigos.

Y lo más divertido fue la dinámica de comidas internacionales que hicimos en el estudio durante la semana. Cada día, uno del equipo traía un plato típico de su país. Lucie abrió la semana con Quiche Lorraine y tarta de manzana. Luego Thiahillsson trajo pollo con arroz y frijoles, yo preparé una tortilla de patata con embutidos que gustó mucho, Rony se marcó unos macarrones a la carbonara y Bruno cerró con fideos chinos y un detalle precioso: nos regaló palillos a cada uno para comerlos. Fue una experiencia muy bonita y nos hizo compartir mucho más allá del trabajo.

Independiente al trabajo, la semana estuvo muy completa y bien repartida entre actividades sociales, descanso, deporte y una escapada espectacular. El martes, después de pasar por el supermercado para comprar los ingredientes de la tortilla, me uní a la quedada con el grupo de intercambio de idiomas, que estuvo muy animado. Más tarde pasé por el gimnasio, y cerré el día preparando la cena y la tortilla para el día siguiente.

El viernes por la noche salí a cenar a una pizzería artesanal en Oporto. La pizza de tomate con jamón serrano, queso y aceite estuvo brutal y terminé la noche disfrutando de unas vistas nocturnas increíbles de la ciudad iluminada. Fue un plan sencillo pero perfecto.
El sábado lo dediqué a descansar y a ponerme al día con las tareas del hogar. Me levanté más tarde de lo habitual, recogí el cuarto, puse lavadoras, fui a hacer la compra, tendí la ropa, y me pasé por el gimnasio. A mediodía me preparé una ensalada que me encantó con rulo de cabra, lechuga, manzana y cacahuetes, y por la tarde me eché una siesta y estuve organizando ideas para proyectos personales hasta que termino el día pronto, ya que compré los billetes de bus para ir a Braga.

Para finalizar la semana con la escapada del domingo. Me levanté temprano, preparé la mochila y cogí el bus de las 10 rumbo a Braga. Al llegar, fui a la oficina de turismo, donde me dieron un mapa e indicaciones. Con eso y varios blogs, me organicé una ruta para ver lo más destacado de la ciudad, como la catedral más antigua de Portugal, calles llenas de flores y monumentos históricos. Comí en Casa da Praça Velha, un restaurante donde pedí un filete de Black Angus con guarnición. Y seguidamente, subí al Monte do Bom Jesus en el autobús de la línea 2, un santuario neoclásico rodeado de jardines y con vistas impresionantes a toda la ciudad. Volví a Oporto sobre las ocho de la tarde y cerré la jornada cenando con varios compañeros de la residencia en la sala común, con buen ambiente y muchas risas.

Una semana que lo tuvo todo, trabajo creativo, nuevas ideas, comida de todos los rincones del mundo, planes con amigos y una escapada que me dejó con la sensación de haber exprimido cada día al máximo.