Mi aventura en Oporto comenzó a finales de septiembre y se extenderá hasta finales de marzo. Estoy realizando una movilidad internacional que me está permitiendo vivir una experiencia increíble, tanto a nivel profesional como personal. Desde el primer día me he sentido ilusionada por aprender, crecer y conocer de cerca una nueva cultura. Esta oportunidad ha sido posible gracias a la colaboración entre mi escuela, la EASDi, y el estudio Ricardo Daniel, en Oporto. Esta conexión se creó gracias a la movilidad de las profesoras Ana Alonso Casas y Nerea Simón Baile en 2022, cuando visitaron el estudio y firmaron un acuerdo de colaboración que abrió la puerta a futuras estancias formativas. Gracias a ese vínculo, también el alumno Sergio Coscolín ha podido formarse allí durante los dos últimos veranos, y ahora yo tengo la suerte de continuar ese camino.

Mi viaje comenzó en Bilbao. Llegué demasiado pronto y aproveché para hacer algo de turismo por la zona antes de ir al aeropuerto. Me hacía ilusión visitar el Guggenheim, pero estaba en obras y me quedé con las ganas de la típica foto de recuerdo. Después fui al aeropuerto para hacer el check-in y pasar el control de seguridad. Tuve la mala suerte de que me tocara un control de explosivos, así que tuve que sacar todos los dispositivos electrónicos de la mochila… ¡un comienzo intenso! Finalmente, embarqué rumbo a Oporto con muchas ganas de empezar esta nueva etapa.

Al llegar a Portugal, lo primero que me encontré fue un pequeño reto: entender el sistema de trenes. Casi pierdo el primero porque el camino desde el aeropuerto hasta el andén no estaba muy claro y tampoco terminaba de entender cómo funcionaba el peaje. Por suerte, una persona muy amable me ayudó a resolver mis dudas. Una vez en el tren, me llamó la atención lo bien señalizadas que estaban las rutas y paradas. Al llegar por fin a mi piso sentí una mezcla de cansancio y emoción: todo era nuevo, pero también prometedor.

Al día siguiente decidí ir al estudio para presentarme y conocer a mis compañeros. Me recibieron con mucha amabilidad y descubrí que iba a trabajar con turno partido, algo nuevo para mí y a lo que he tenido que ir acostumbrándome poco a poco. Durante la primera semana me asignaron diferentes tareas que me permitieron aplicar muchos de los conocimientos aprendidos en la escuela, además de adaptarme al ritmo y la dinámica del estudio. Me encantó ver cómo todo lo que había aprendido en clase empezaba a tener un sentido práctico y real en el día a día del trabajo.

El primer fin de semana lo dediqué a conocer Oporto. Paseé sin rumbo para familiarizarme con las calles, los tranvías y el ambiente de la ciudad. Una de las paradas que más me impresionó fue la Capela das Almas, con su espectacular fachada cubierta de azulejos blancos y azules que narran escenas de la vida de varios santos. El interior también era precioso. Me fascinó la mezcla de historia, arte y vida cotidiana que se respira en cada rincón.

A lo largo del mes fui aprovechando los fines de semana para seguir descubriendo la ciudad. Caminé por el casco histórico, crucé el puente Don Luis I, visité la Ribeira, probé el bacalao y los pasteles típicos, y disfruté de los atardeceres sobre el Duero. Entre semana me centraba en el trabajo y en adaptarme a las rutinas: organizar las comidas, los horarios y los transportes. También tuve la suerte de coincidir aquí con mi compañera Naia, que está de Erasmus en Oporto, y quedamos varias veces para tomar algo y hacer turismo juntas. Fue reconfortante compartir la experiencia con alguien que estaba viviendo algo parecido.

Poco a poco fui sintiendo que la ciudad dejaba de ser extraña. Los trayectos diarios empezaron a ser familiares, los horarios ya no me parecían tan distintos y hasta el ritmo de la vida portuguesa empezó a resultarme natural. Oporto tiene algo acogedor, una mezcla entre tranquilidad y energía creativa que hace que uno se sienta bien desde el principio.

Además, este mes coincidió con el aniversario del estudio, así que celebramos una cena de empresa y salimos todos de fiesta por la ciudad. Fue una noche muy divertida y especial, en la que pude conocer mejor a mis compañeros fuera del ámbito laboral. Me sorprendió el ambiente festivo de Oporto y lo cercano que resultó todo el equipo. Esa celebración fue también una forma de cerrar mi primer mes aquí con una sensación de pertenencia.

En resumen, este primer mes ha sido intenso, lleno de aprendizajes, nuevas experiencias y momentos que recordaré siempre. Estoy aprendiendo muchísimo, no solo en lo profesional, sino también en lo personal. Vivir en otro país te enseña a ser más independiente, a adaptarte y a mirar las cosas con otra perspectiva. Oporto ya empieza a sentirse como un pequeño hogar lejos de casa… y lo mejor de todo es que esto acaba de empezar.

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