El sexto día de nuestro viaje comenzó como de costumbre con un madrugón para emprender una de las excursiones más esperadas del programa: la visita a Kutná Hora, una ciudad histórica clave en la historia del Reino de Bohemia.

Situada a poco más de una hora en autobús desde Praga, esta joya arquitectónica nos ofreció un contraste fascinante con la capital checa. Al llegar, inmortalizamos el momento.

Nada más llegar, nos esperaba Kevin, nuestro guía local. Desde el primer momento nos conquistó con su simpatía, su dominio del español y, sobre todo, su profundo conocimiento de la zona. Kevin nos llevó primero a Sedlec, un barrio a las afueras de Kutná Hora conocido por albergar uno de los lugares más peculiares del mundo: el Osario de Sedlec (Kostnice Sedlec).

Esta pequeña capilla gótica, parte del Monasterio de Todos los Santos, está decorada con huesos humanos organizados de forma artística, incluyendo una lámpara hecha con cráneos y fémures. Aunque impactante, el lugar transmite una sensación de paz y reflexión. Kevin nos explicó que estos restos pertenecen en su mayoría a víctimas de la peste negra y las guerras husitas, y que la decoración fue realizada en el siglo XIX por un tallista local.

Desde allí, nos dirigimos al casco antiguo de Kutná Hora, donde visitamos su monumento más emblemático: la Catedral de Santa Bárbara (Chrám svaté Barbory), una impresionante iglesia gótica iniciada en el siglo XIV en honor a la patrona de los mineros. Las vidrieras, las bóvedas estrelladas y las vistas desde el exterior hacia el valle son espectaculares. Kevin nos contó cómo Kutná Hora rivalizaba con Praga en riqueza durante la Edad Media, gracias a sus yacimientos de plata, y que esta prosperidad permitió la construcción de semejantes edificios.

También caminamos por la calle Real, disfrutando de casas renacentistas, plazas tranquilas y el Colegio Jesuita, hoy convertido en galería de arte. El paseo estuvo lleno de detalles curiosos que nos ayudaron a imaginar la vida de la ciudad en su época dorada.

Para reponer energías, fuimos todos a comer a un restaurante tradicional checo situado en las afueras de Kutná Hora. El ambiente rústico, el servicio cercano y los platos caseros nos hicieron sentir como en casa. Algunos probamos el clásico guláš (goulash checo), mientras otros se atrevieron con el svíčková, acompañado de sus típicos knedlíky (panecillos al vapor). Lo más sorprendente: todo por apenas 130 coronas checas (unos 5 €).

Después de la comida y ya con el estómago lleno, emprendimos el regreso a Praga. De camino, hicimos una breve parada para comprar agua, snacks y algunas cosas necesarias para los días que nos quedan. Ya en el hostal, tuvimos un rato de descanso, pero algunos no quisimos quedarnos quietos y decidimos bajar al estadio cercano al alojamiento, donde se jugaba un partido de fútbol local. Las entradas costaban unos 8 €, y fue una gran oportunidad para empaparnos del ambiente deportivo checo, que aunque más tranquilo que en otros países, tiene una pasión auténtica. Nos mezclamos con los aficionados, animamos, comimos salchichas en los puestos del estadio y disfrutamos de una experiencia más del día a día checo.

Por la noche, de nuevo en el hostal, el grupo se reunió en la sala común para ver el partido de la Champions League. Fue un momento muy especial: risas, comentarios futboleros, camisetas puestas y una buena dosis de compañerismo. Cerramos el día con muy buen humor, compartiendo impresiones de todo lo vivido que combinó historia, cultura, gastronomía y deporte y haciendo planes para lo que viene.