Este domingo comenzamos el día sumergiéndonos en el ambiente vibrante de uno de los eventos más emblemáticos de la ciudad: el Maratón Internacional de Praga. Con corredores de todo el mundo y calles repletas de energía, fue una forma espectacular de iniciar la jornada.

Acompañando este momento, disfrutamos de un desayuno a bordo de un barco anclado en el río Moldava, con vistas panorámicas del centro histórico de Praga y el suave ritmo del río como telón de fondo.

Después de esta experiencia matutina, nos recogieron dos minibuses que nos llevaron hacia un destino mucho más introspectivo: el campo de concentración de Terezín. Esta fortaleza, construida originalmente en el siglo XVIII como ciudadela militar, adquirió un papel crucial y trágico durante el siglo XX. Sirvió primero como prisión en la Primera Guerra Mundial (allí estuvo detenido Gavrilo Princip, el asesino del archiduque Francisco Fernando), y más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, fue transformado por el régimen nazi en un gueto y campo de concentración para la comunidad judía.

Durante la visita recorrimos instalaciones que dejaron una profunda impresión en todos nosotros: los barracones, los túneles, el cementerio judío, el crematorio y el memorial inaugurado en 2015 en honor a las miles de víctimas que pasaron por este lugar. Las imágenes, los objetos conservados y los testimonios nos ayudaron a comprender la magnitud del horror vivido allí, y nos invitaron a reflexionar sobre la importancia de la memoria y la dignidad humana.

La jornada continuó con una visita al museo judío de Terezín, ubicado en el corazón de la ciudad, donde se profundiza en la historia de la comunidad judía checa, la persecución sufrida y su legado cultural y religioso.

De regreso a Praga por la tarde, aprovechamos las últimas horas del día para pasear nuevamente por el centro histórico. Revisitamos algunos rincones que habíamos conocido el día anterior y descubrimos un curioso bar-restaurante-museo dedicado al movimiento cubista, un estilo artístico profundamente ligado a la identidad visual de Praga.

Ya entrada la noche, algunos decidimos cenar platos típicos de la gastronomía checa, mientras que otros optaron por disfrutar tranquilamente de bebidas locales. Pero aún nos esperaba una última sorpresa: un animado pub irlandés con música en directo y karaoke, donde cerramos el día con risas, canciones y mucha complicidad entre compañeros.

Fue una jornada intensa y muy completa, que combinó el lado más alegre y festivo de Praga con una experiencia histórica profundamente educativa y conmovedora. Un día para recordar.
