Después del día intenso que tuvimos al llegar, por fin pudimos dormir y recargar pilas para afrontar con energía nuestra primera jornada completa en Praga.
La mañana arrancó pronto, a las 9:30 salimos del hostal y, como buenos estudiantes prácticos, desayunamos comprando en el LIDL que tenemos cerca. Con algo de café y bollos en el cuerpo, nos tocó la primera tarea logística del día: comprar los billetes para el tranvía, que nos llevaría hasta el punto de encuentro de nuestro Free Tour.

El tranvía nos dejó junto al Rudolfinum, el edificio de la Orquesta Filarmónica de Praga, donde nos esperaba Lara, la guía que nos acompañaría durante la mañana. Tras las presentaciones y una pequeña intro, nos pusimos en marcha.

Primera parada: la Plaza de la Ciudad Vieja. El calor ya apretaba, así que buscábamos sombra siempre que podíamos mientras Lara nos contaba la historia de Praga y todo el contexto histórico y religioso que ha marcado esta ciudad. Escuchar esos relatos rodeados de tanta arquitectura y ambiente era como viajar atrás en el tiempo.

Después fuimos al reloj astronómico, uno de los puntos más turísticos de Praga y, por supuesto, abarrotado de gente. Nos quedamos a las 12:00 en punto para ver el famoso espectáculo mecánico del reloj. Es corto, pero tiene algo especial, sobre todo por lo que representa y la cantidad de años que lleva funcionando.

El recorrido continuó por el barrio judío, una zona cargada de historia donde aprendimos sobre el pasado de esta comunidad y las durísimas situaciones que han vivido a lo largo del tiempo.
Tras 2 horas y 15 minutos de tour, terminamos justo a tiempo para que empezaran a sonar las tripas. Fuimos a comer a “La Bodeguita del Medio”, un restaurante cubano que encontramos cerca, donde disfrutamos de una comida deliciosa.

Pero el día no acababa ahí. Después de comer nos dirigimos al festival “United Islands”, un evento de música alternativa que se celebra cada año en Praga y que coincidió con nuestra estancia. Allí escuchamos varios conciertos y pasamos un rato muy divertido en un ambiente relajado y lleno de vida.

Al terminar, volvimos al hotel a descansar un poco y reponer fuerzas. Por la noche nos lanzamos a buscar un sitio para cenar… pero ahí vino el pequeño shock cultural: a las 21:00 casi todos los restaurantes tenían la cocina cerrada. Nada que ver con España 😅

La solución fue tirar de improvisación: pedimos burritos para llevar en un local de comida rápida y acabamos cenando sentados en las escaleras de una iglesia preciosa, que convirtió el momento en algo muy especial, aunque no planeado.
Después de eso, salimos a tomar algo y a disfrutar un poco más de la noche de Praga, cerrando así un día muy completo lleno de historia, cultura, música… y anécdotas para el recuerdo.