El lunes fue nuestro último día en Varsovia, y lo vivimos con esa mezcla de emoción y cansancio que acompaña siempre el final de una experiencia intensa. Cerramos así una semana muy completa dentro de la movilidad del ciclo de Producto Gráfico Interactivo, en la que aprendimos, creamos, exploramos y también nos reímos muchísimo.

Algunos compañeros se levantaron temprano con la intención de repetir desayuno en el encantador Kawarnia Patio, pero al llegar descubrieron que estaba cerrado, así que acabaron improvisando en el Kawarszawa Café, que resultó ser una buena alternativa. Otros, en cambio, optaron por tomarse la mañana con más calma y descansar en el hostel antes de acudir al Centro Cultural Dom w Alejach, donde quedamos a las 9:30 para rematar los proyectos.

La mañana fue muy productiva: editamos los últimos contenidos, organizamos las publicaciones para los perfiles de Instagram y YouTube, y dejamos todo listo para compartir el resultado de esta semana de trabajo. Fue también un momento para despedirnos del equipo que nos ha acompañado durante estos días y que nos hizo sentir como en casa.

Por su parte, Nora decidió no acudir al centro para poder descansar, ya que la pierna seguía dándole molestias. Celia se quedó con ella en el hostel y pasaron la mañana juntas, entreteniéndose y tomando un respiro. Por la tarde, cuando Nora se sintió mejor, salieron a dar una vuelta tranquila por los alrededores, disfrutando del ambiente relajado de la zona.

Hacia las 14:30 fuimos a comer todos juntos al restaurante Gospoda, en pleno centro de la ciudad, donde ya habíamos estado al principio del viaje. Nos gustó tanto que decidimos repetir, y no nos equivocamos: costillares de cerdo a la barbacoa, pierogi, codillo… Un festín para despedirnos como se merece de la gastronomía polaca.

Después de comer, fuimos en busca de los famosos croissants de Quasa, porque Noel seguía con antojo desde hacía días. De camino, pasamos por la tienda Mushi Shop para comprar algún que otro recuerdo, y también entramos en una tienda vintage en la que esta vez alguien sí hizo alguna compra.

Aprovechamos también para hacernos con unos caramelos típicos para llevar a casa, y pasamos por la oficina de correos donde Noel envió una postal a sus sobrinos.

Una espinita que nos quedó clavada fue no haber podido dar un paseo en barco por el río Vístula, algo que nos hacía mucha ilusión. Lo tuvimos en mente durante varios días, pero entre el trabajo, las actividades y los horarios, al final no conseguimos cuadrarlo. ¡Tendremos que volver!

Ya al atardecer algunos volvieron al Patio a tomarse un café rico y otros dimos un paseo antes de tomar por última vez el tranvía de la línea 7 para regresar al hostel. Allí hicimos una pequeña compra de última hora —salchichas, tomates, mozzarella y cebolla— y preparamos una cena sencilla pero riquísima en la cocina común. Fue una cena relajada, con muchas risas, charlas y ese ambiente especial que se genera cuando sabes que algo bueno está terminando.

Después de cenar, cada uno fue a su habitación para preparar la maleta y dejarlo todo listo para el regreso. Nos vamos de Varsovia con la sensación de haber vivido una experiencia única, repleta de creatividad, inspiración y buenos momentos compartidos.
¡Dziękujemy, Varsovia!